RESUMEN DE CUARESMA
1ª Huella de
Cuaresma
Señor, ¿cómo es
posible que durante
tanto tiempo hayamos
falsificado el sentido auténtico de
la Cuaresma, como un
tiempo triste y lúgubre, siendo sólo
la preparación al
misterio alegre y luminoso de la Pascua
Cristiana?.
Es verdad, Señor, que
este tiempo sagrado comienza con
la imposición de la
ceniza. Pero eso no quiere decir que
debamos ser
cenicientos para nosotros, ni cenizos para
los demás, adoptando una
actitud huraña y hosca, siendo
desabridos, ásperos y
malhumorados.
Es cierto, Señor, que
la Liturgia del primer día de Cuaresma
nos repite las viejas
palabras del viejo Libro: “Acuérdate que
eres polvo y en polvo
te convertirás”, pero eso no significa que
podamos hacer polvo
nuestras vidas ni las de los demás con
un sentido de la
penitencia y la humildad de signo negativo.
Debemos redescubrir,
Señor, la unión indisoluble entre la
Cuaresma y la Pascua,
intentando vivir el certero título de
aquella película:
“Cenizas y diamantes”, sabiendo que la
ceniza penitencial
cristiana es de un carbón destinado a
convertirse en bellos
diamantes para la eternidad.
Tenemos que recordar,
Señor, que el ciclo completo del polvo
humano, que si
comienza siendo barro, fuimos vivificados por
tu soplo de vida
natural y que, si volvemos a la tierra de donde
salimos, no será para
siempre, sino que nuestro polvo, hecho
vida por la
–Resurrección de Cristo, tiene una cita luminosa de
eternidad. Por eso,
hay que dar a la ceniza del Miércoles de
Ceniza dimensión de
Domingo Pascual
Ayunar de maldad. Señor, desde siempre Cuaresma significa
ayuno y abstinencia.
Pero, actualmente, dos caminos sin
salida se ofrecen al
cristiano en esta dirección: el de los que
entienden eso de
ayunar y abstenerse por el de comer buen
pescado, en lugar de
buena carne, y el de los que desprecian
olímpicamente esta
vieja costumbre como algo del todo
superado.
Creo, Señor, que en
esta etapa de cristianismo “en espíritu y
verdad”, que nos
empeñamos e seguir, habría que enfocar el
ayuno y la
abstinencia en la línea que Tú mismo nos señalaste
por medio de Isaías:
“¿Sabéis qué ayuno quiero yo? Romper
las ataduras de
iniquidad, deshacer los lazos opresores, dejar
libres a los
oprimidos y romper todo yugo”.
¿Puede haber una
actualidad mayor? Abstenerse, Señor, de
todo pensamiento,
deseo, palabras y obras, que sirvan para
oprimir a los demás
con el peso de nuestras injusticias bajo la
presión de nuestro
poder, alimentar de libertad a los demás,
ofreciéndoles la
posibilidad de liberarse de cualquier yugo que
oprima y rebaje la
dignidad humana.
Tal vez, Señor, nos
parezca una extraña forma de ayunar
demasiado espiritual.
Quizás nos resultaba más práctica la
abstinencia de antes,
pero esta manera de guardar la línea
interior es mucho más
provechosa para el cuerpo social y
desde luego es mucho
más conforme con el
Espíritu de tu Hijo, Jesús.
Espíritu de tu Hijo, Jesús.
Nueva Cuaresma. Señor, muchos se preguntan a qué se
ha reducido la
Cuaresma, ya que hoy no tenemos obligación
legal de ayunar como
nuestros abuelos, pues los días
señalados son más un
símbolo que una limitación.
Cabría decir, es
verdad, que nadie prohibe seguir ayunando
libremente, cuando
tantos lo tienen que hacer por guardar la
línea, la salud, o
por exigencias del arte o del deporte. Pero,
creo, Señor, que aún
queda un ayuno mejor que practicar, si
hacemos caso a tus
palabras: “¿Es acaso así el ayuno que
yo escogí el día en
que el hombre se mortifica: encorvar la
cabeza como un junco,
acostarse con saco y ceniza?
¿A eso llamáis ayuno agradable a Dios?
¿Sabéis qué ayuno quiero yo?”
¿A eso llamáis ayuno agradable a Dios?
¿Sabéis qué ayuno quiero yo?”
Sí, Señor, la dieta
que tú nos pides en esta Cuaresma, no es
la de perder unos
kilos de grasa, sino la de guardar la línea de
la justicia en
nuestras relaciones con los demás. La de
deshacernos de todo
lastre moral, que pesa sobre nuestra
conciencia y sobre
las espaldas de los que nos rodean.
Demos las vueltas que
queramos, Señor, en la auténtica
religión
encontraremos siempre un solo y único concepto
nuclear: la justicia
y el amor, unas veces expresado en
fórmulas positivas y
otras veces en cláusulas negativas.
Estos días de
Cuaresma y siempre debemos ayunar de
aquello que oprime y
subyuga a los demás.
Sí, Señor, la
Cuaresma no es tiempo de caras largas, sino
de corazones
generosos, o, al menos, justos. No es tiempo
de abstenerse de
carne para comer merluza, sino de ser
abstemios de morder
al prójimo y chupar su sangre.
No es tiempo de
ayunar físicamente estos días, sino de
ayunar moralmente y
siempre de malas acciones.
J. Falcky y V.
Gil
2ª Huella de Cuaresma
CRUZ Y ESPADA
Hoy, a tus plantas
venimos todos,
Cristo bendito, con
gran fervor.
¡Eres Camino, Verdad
y Vida!
¡Eres la llama de
nuestro amor!
Crucificado, te
contemplamos,
necesitados de
salvación.
Danos tu gracia,
danos tu vida,
danos el gozo de tu
perdón.
Tu pecho amante fue
traspasado.
¡Fue mi pecado quien
lo rasgó!
Pero la sangre de tu
costado
es fuente viva de
redención.
Son tus heridas
puertas abiertas,
que nos descubren tu
Corazón.
Haz que no busque
otros caminos,
porque esas puertas
llevan a Dios.
Señor, voy a señalar
mi jornada
cuaresmal, como
siempre, con la
señal de la cruz.
Bueno, como
siempre no, porque
hoy quisiera que me enseñaras el sentido de
este signo, sólo
empobrecido por la rutina de cada día. Porque la
señal de la cruz
significa bendición.
Desde que tú
transformaste el valor de la crucifixión de negativo en
positivo, los
cristianos bendecimos la cruz.
Por eso, Señor,
señalar mi día con el signo de la cruz debe significar
un propósito sincero
de pasar por la vida en ademán de bendecir.
Recuérdame también,
Señor, que la cruz es un signo MÁS.
Eso me impone el deber de ser positivo en mi jornada diaria
que comienza con la señal de la cruz.
Eso me impone el deber de ser positivo en mi jornada diaria
que comienza con la señal de la cruz.
Tengo la obligación
de sumar y multiplicar, de añadir mis esfuerzos
a la tarea de los
demás, evitando la resta y la división. Debo tomar
como slogan la
palabra MÁS, porque la cruz con que abro la página
de cada nuevo día no
tiene otro sentido.
Graba, Señor, profundamente
en mi memoria que la Cruz es una
espada. Por eso,
señalarme con ella en la frente, en los labios
y en el pecho es todo
un programa de lucha contra los malos
pensamientos, las
palabras mentirosas y faltas de amor
y las obras indignas de un cruzado de Cristo.
y las obras indignas de un cruzado de Cristo.
Recuérdame, Señor,
que el trazo vertical de la Cruz me exige buscar
siempre la unión de
la tierra con el cielo y que el trazo horizontal me
pide abrazar al mundo
entero de un extremo al otro por el amor.
J. Falcky y V. Gil.
3ª
Huella de Cuaresma
NUESTRAS DEUDAS
PECADO HOY. Señor, en su forcejeo constante por enmendarte la
plana, el hombre y la
mujer contemporáneos han llegado a suprimir
del Diccionario la
palabra pecado, que resulta poco elegante e
impropio de una
sociedad evolucionada, lanzada a la libertad y
dispuesta a liberarse
de todos los viejos tabúes, empeñada en
zafarse de todas las
trabas de cuño religioso.
Sin embargo, Señor,
el hombre y la mujer modernos olvidan este
pequeño detalle: de
que no basta suprimir la palabra pecado, si
no se suprime la
realidad del pecado. Y en la boca de los mismos
que no quieren saber
nada de faltas morales, está la acusación
de acciones
condenables en los demás. No hablan de pecados,
pero sí de
injusticia, de opresiones, de crímenes, de transgresiones
humanas y de lacras
sociales. Y la solución, Señor, no está en
cambiar las palabras,
ni en dirigir el dedo acusador hacia el rostro
de los demás, de las
naciones o grupos sociales, o estamentos o
clases, como
responsables de la marcha ruinosa del mundo.
La solución está en
escuchar en lo más hondo de la conciencia de
cada uno las palabras
de Jesús: “El que esté libre de culpa, que tire
la primera piedra”.
Cuando la gente
encerró en el círculo vicioso de la acusación a la
mujer sorprendida en
adulterio, tu Hijo Jesús, no zanjó el asunto
diciendo que no había
responsabilidad en la mujer. Lo que hizo
fue presentarla como
un espejo donde debían mirarse todos para
reconocerse pecadores
como ella.
Por eso, Señor,
cuando se nos ocurra la fácil tentación de echar
sobre la sociedad el
fardo de los males que la aquejan, el comienzo
de solución está en
mirar nuestra parte de culpa por haberla puesto
así y encajar cada
cual el consejo de Cristo:
“Anda y no peques más”.
“Anda y no peques más”.
LA ESCLAVA LIBRE. Señor, ¿cuándo vamos a liberarnos del
equívoco de las
palabras? Porque hablamos y hablamos de
que la sociedad
actual defiende todas las libertades humanas.
Nos extrañamos de
aquellas épocas en que estaba admitida la
esclavitud, pero si
nos fijamos en la realidad de la vida, hallamos
cadenas, trampas,
lazos y cerrojos que nos atan por todas partes.
Está bien, Señor, que
propugnemos la libertad del ser humano,
pues si es libre por
tu voluntad creadora, no es libre para
enmendarte la plana,
esclavizando a los demás,
o esclavizándose a sí mismo.
o esclavizándose a sí mismo.
Pero, ¿qué ganamos
con proclamar a los cuatro vientos que somos
y debemos ser libres,
si nos coartamos o nos coartan la libertad con
las alambradas del
poder, del servilismo, la coacción y el miedo?
Está bien, Señor, que
surja una Teología de la Liberación, que nos
haga ver las
aplicaciones humanas y sociales de la libertad querida
por Ti y predicada
por Cristo. Pero sin olvidar lo principal: que la
fundamental
esclavitud del ser humano es la interior, la que nos
encadena al mal
moral, ya que Jesús afirma: “Os aseguro que
quien comete pecado
es esclavo del pecado”.
Está mal, Señor,
sentir en el campo de las actividades sociales los
límites del muro que
nos cierra el paso, pero es peor encerrarnos
a nosotros mismos por
debilidad o por malicia en las fronteras
del pecado y renunciar a la verdadera libertad humana
y a la libertad cristiana.
del pecado y renunciar a la verdadera libertad humana
y a la libertad cristiana.
Está mal, Señor, que
haya hombres y mujeres sometidos a
dictaduras exteriores
del tipo que sean: económicas, profesionales
o ideológicas, pero
aún es peor caer en las garras de las pasiones
e instintos,
entregándoles la propia libertad, ya que no hay
servidumbre más
vergonzosa que la voluntaria.
PECAR, VERBO ACTIVO. Señor, aunque la palabra pecado está
cada vez más
desprestigiada en el lenguaje ordinario de nuestro
tiempo, tal vez la
realidad significada por esa palabra no esté más
ausente que en otras
épocas de la vida cotidiana y del hombre o
mujer actuales. Por
eso, vengo a hablarte hoy sobre el tema.
Señor, el primer
problema que se nos plantea, cuando nos
enfrentamos con el
pecado es su carácter bifronte, es decir, por
un lado nos sentimos
atraídos por su aspecto bueno, ya que
nuestra voluntad sólo
puede ser atraída por el bien; por otro lado,
sentimos la repulsión
de lo negativo, que se esconde entre sus
pliegues. Sólo que a
medida que decrece en nuestra alma el sentido
de lo religioso, de
lo moral, de lo bueno, de lo noble,
aumenta en nosotros de manera directamente proporcional
la debilidad ante la fuerza del pecado,
llegando a ser irresistible en su confusa atracción.
aumenta en nosotros de manera directamente proporcional
la debilidad ante la fuerza del pecado,
llegando a ser irresistible en su confusa atracción.
Otro aspecto que no
vemos fácilmente, Señor, es la relación
entre el pecado y Tú. Todo lo más entrevemos una transgresión de
la Ley Divina, pero
no una vinculación entre el ser humano y Tú. Sin
embargo, acierta el
hijo pródigo, al reconocer:
“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti”.
“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti”.
Porque somos imagen y
semejanza tuya, Señor, pecar es ofender
esa imagen, esa
impronta, esa presencia divina que hay en
nosotros.
Y porque somos hijos
tuyos por la gracia, pecar es deshonrar el
apellido familiar.
Por eso, “Padre nuestro que estás en el cielo, no
nos dejes caer en la
tentación y líbranos del mal”
TABÚ. Señor, viene bien traer aquí una frase de un pensador
cristiano sobre el
pecado, esa palabra prohibida para el diccionario
moderno, pero esa
realidad presente en la historia contemporánea:
“Humano es caer en el
pecado, diabólico permanecer en él;
cristiano, odiarlo,
divino, perdonarlo”.
Señor, aunque conoces
lo débil de nuestra voluntad inclinada al
mal desde la caída
del primer pecado, Tú sabes que es humano
resbalar. Haz que
nosotros lo comprendamos también para no
extrañarnos de caer
ni de ver caer a los demás.
Señor, enséñanos a
juntar esta realidad dolorosa de nuestras faltas
morales con el
esfuerzo de levantarnos del fango. Recuérdanos que
sólo es propio del
demonio empeñarse en el mal, perseverar en la
cuneta del pecado,
obstinarse en el círculo vicioso de la culpa.
Señor, haz que
aprendamos a conjugar la comprensión de nuestra
naturaleza pecadora
con la postura cristiana de aborrecer esas
faltas que costaron
tan caras a tu Hijo, y que nos privan de nuestra
dignidad suprema, la
gracia del bautismo que nos hizo hijos tuyos y
hermanos de Jesús.
Pero, sobre todo,
Señor, en las horas bajas del mal no permitas
que la desesperación
borre de nuestro horizonte la verdad luminosa
de lo que la Iglesia
dice de Ti: que eres un Dios cuya propiedad
esencial es
compadecerse siempre y perdonar. Así, nuestra
debilidad humana no
sería jamás obstinación diabólica.
J. Falcky y V. Gil
4ª Huella de Cuaresma
HACER PENITENCIA
HACER PENITENCIA
Lavado de cerebro.
Señor, nunca insistiremos bastante en
entender el sentido
de la penitencia evangélica, no como un
signo de
mortificación externa, sino como símbolo de conversión
interior, como un
cambio de criterios contrarios a los que
espontáneamente nos
dicta la naturaleza viciada.
Concretamente, Señor,
todos tendemos a tener cada vez más,
a parecer cada vez
mejor, a ambicionar sin freno, a poder sin
límite. Todo lo más
hablamos de una codicia controlada, porque
resulta más eficaz
que una codicia burda y desenfrenada, y
porque queremos en
nombre de cierta honorabilidad,
guardar las apariencias.
guardar las apariencias.
Con el Evangelio en
mano, Señor, no se puede hablar de codicia
controlada, sino de
control de la codicia, que es muy distinto. Tu
Hijo Jesús pretende
coger nuestra cabeza y volverla del revés.
En lugar de mirar
hacia el yo como centro del mundo, quiere que
miremos hacia los
demás como meta de nuestras aspiraciones y
medida de nuestra
acción.
Cuando Jesús plantea
a sus discípulos el programa esencial
del Cristianismo les
descubre la antítesis de lo que resulta la
tesis más vulgar.
Nada de ambición, todo de servicio. Nada
de premios ni
honores, todo de entrega y sacrificio. Nada de
privilegios, todo de
dar la vida por los demás. Nada de gloria y
liderazgo, todo de
rescate de los demás.
Señor, será mejor
escucharlo de los mismos labios de tu Hijo
Jesús: “El que quiera
ser grande entre vosotros, ha de ser el
servidor vuestro; y
el que quiera ser el primero entre vosotros,
ha de ser vuestro
esclavo.
Como el Hijo del Hombre que no vino a que le sirvieran,
sino a servir y a dar su vida en rescate de todos”.
Como el Hijo del Hombre que no vino a que le sirvieran,
sino a servir y a dar su vida en rescate de todos”.
Viraje. Señor, hay diversos obstáculos para que los hombres nos
decidamos a
convertirnos.
El primero es pensar
que es imposible por la edad o por la
situación, virar en
redondo. El segundo es creer erróneamente
que eso de la
conversión es para los grandes pecadores y
nosotros pertenecemos
al grupo de los buenos. El tercero es
opinar que ya nos
convertimos una vez y basta.
Los que prescinden de
convertirse por llevar mucho tiempo en
determinada dirección
vital deberían recordar, Señor, que en
todos las carreteras
existe el cambio de sentido para quienes
se han equivocado de
ruta. Porque dar marcha atrás no es
retroceder, cuando el
destino emprendido es equivocado. Lo que
urge es dar la vuelta
pronto para recuperar el tiempo perdido.
Señor, quienes opinan
que para ellos no cuenta eso de la
conversión, porque se
creen formar parte de la élite de la
humanidad, deberían
tener en cuenta que no se trata solo de
haber abierto de una
vez por todas el mapa del Evangelio, sino
de seguir cada día y
siempre cada una de las indicaciones
concretas que la
Iglesia va poniendo a lo largo de la Historia.
Señor, los que pasan
por alto la conversión, porque se
convirtieron un día
con ocasión de un acontecimiento que les
llegó a lo más hondo
del alma, como puede ser la muerte de un
ser querido, les hace
falta caer en la cuenta de que la conversión
no es un acto suelto
en la vida, sino una exigencia constante
de pasar del mal al
bien y del bien a lo mejor,
y de lo mejor a lo perfecto.
y de lo mejor a lo perfecto.
Por eso, Señor, vengo
a pedirte para todos, especialmente para
los que piensan que
no va con ellos la conversión continua.
Porque, si la meta
programada por Cristo es la de “ser prefectos
como lo eres Tú”, es
cuestión de trabajar toda la vida
para salir del egoísmo y acercarnos al amor.
para salir del egoísmo y acercarnos al amor.
J.Falcky y V.
Gil
5ª HUELLA DE CUARESMA
CONVERTIRSE
LO SIENTO EN EL ALMA. Señor, aunque con sordina todavía
se oye hablar de
penitencia en el clima de la Cuaresma, ¿tendrá
la culpa de su
impopularidad la mala prensa que durante siglos
se le ha dedicado,
haciéndola sinónimo de una mala noticia:
e anuncio de las
culpas morales junto con la llamada a su
expiación aflictiva
por medio de la mortificación?
Para nosotros, Señor,
los cristianos, después de tanto tiempo,
un penitente sigue
siendo un hombre austero, triste, que repite
la letanía de sus
faltas prolijamente y cultiva, acomplejado, el
sentimiento de su
indignidad y se autocastiga con privaciones y
maceraciones
corporales.
Sin embargo, Señor,
en el Evangelio el penitente es un hombre
que se alegra de su
liberación de la esclavitud del pecado, que le
tenía encarcelado y
festeja con alegría el descubrimiento de que
Tú le amas como el
Padre del hijo pródigo y mide la miseria de
su pasado por la
misericordia de su elevación presente.
Señor, es verdad que
en muchos sectores se ha pasado de un
antiguo régimen de
penitencia medieval a una despreocupación
desinteresada por
todo lo que huela a culpa y arrepentimiento.
Pero toda vía en
otros grupos cristianos, la religión es culto a la
culpabilidad,
obsesión por el pecado, como si Tú te complacieras
en ver al hombre
humillado.
A unos y a otros,
Señor, recuérdanos que tu Hijo Jesús vino
a liberarnos de
nuestros pecados. Que tu perdón es alegre y
gratuito. Que la
conversión debe ser el paso de una situación de
situación triste a un
banquete de amor, siempre posible y gratis.
NUNCA ES DEMASIADO TARDE.
Señor, barajando en estos días de Cuaresma
los textos de la Liturgia encuentro un denominador común básico
aunque aparezca bajo distintos nombres: penitencia,
arrepentimiento, vuelta a Dios, cambio de mentalidad.
Señor, barajando en estos días de Cuaresma
los textos de la Liturgia encuentro un denominador común básico
aunque aparezca bajo distintos nombres: penitencia,
arrepentimiento, vuelta a Dios, cambio de mentalidad.
Todo esto
suena siempre a conversión. Esa es la
melodía interactiva
en estas fechas cuaresmales.
Sin embargo, Señor,
existe el peligro de pensar que con
tal proclama la
Iglesia nos propone algo negativo, triste,
poco apto para
entusiasmar al hombre actual, que sueña en
triunfo y felicidad
como si fuera un robot. Y es que una mala
interpretación de la
penitencia se ha reducido a presentarnos
solo la renuncia a lo
malo, sin resaltar la búsqueda de lo bueno.
Enséñanos, Señor,
también aquí a cambiar la mentalidad.
Que apreciemos la gran lección bíblica de la conversión
que significa un vuelta a la casa paterna
para recuperar el calor del hogar feliz.
Que apreciemos la gran lección bíblica de la conversión
que significa un vuelta a la casa paterna
para recuperar el calor del hogar feliz.
Un retorno a
los brazos del Padre amoroso, que otea cada
día el horizonte con
la ilusión en los labios y la ILUSIÓN
en el alma.
en el alma.
No permitas, Señor,
que nos parezca más atractivo el charco del
cieno, que la fuente
de aguas vivas, el riachuelo lleno de tierra,
que las cataratas, el
pantano pedregoso que el océano infinito, el
mal moral que el bien
absoluto, que eres Tú.
Y para los que
piensan que todo eso es verdad, pero que la cosa
ya no tiene remedio,
porque hace mucho tiempo que caminan
alejándose de Ti,
ábreles, Señor, el sentido de aquel programa
popular que se emitió
durante mucho tiempo en la Televisión
Italiana titulado:
“Nunca es demasiado tarde”. Porque siempre
es posible la
conversión, siempre es posible volver a tus brazos
de Padre, abiertos en
todo momento para acogernos con alegría
desbordante.
J. Falcky y V. Gil
6ª Huella de
Cuaresma
PERDÓN, SEÑOR
EL ANGEL SUCIO. Señor, a pesar de todas las cortinas
de humo que se
interponen para ocultarlo, el deseo más
ardiente de los seres
humanos es precisamente el que no se
confiesan a sí
mismos. La mayor parte, incluso, han perdido
la conciencia de
pecado, pero aún sin saberlo todos desean
más que ninguna otra
cosa el ser perdonados.
Sí, Señor, tiene
razón Francois Mauriac cuando dice: “La
criatura manchada ha
perdido hasta esa dicha inmensa que
le ha sido concedida
y que la tiene siempre a su alcance,
una mano eternamente
pronta a levantarle y eternamente
dispuesta a
extenderse sobre su frente para perdonarle”.
Señor, cuando nos
preguntemos, entre temerosos e
incrédulos, ¿quién
nos perdonará las faltas de nuestra vida?,
respóndenos, Señor,
con otra pregunta: ¿Creéis que sois tan
distintos del niño
culpable que fuisteis un día, que no podía
dormir sin lograr
antes el perdón de su madre y sin que el
beso de paz le
abriese de nuevo las puertas del sueño?
Y, si llevamos
nuestro orgullo hasta la negación del pecado,
Señor, porque creemos
más fácil reducir a la nada nuestras
faltas que creer en
tul perdón, recuérdanos que fuiste tú quien
enseñaste a las
madres a perdonar.
Porque, ¿quién es bueno sino sólo tú?
Porque, ¿quién es bueno sino sólo tú?
Y si nos viene la
tentación de creer triste un Credo religioso
centrado en los
pecados, enséñanos, Señor, que el
cristianismo no es
una religión del pecado, sino la RELIGIÓN
DEL PERDÓN DE LOS
PECADOS.
EL PADRE PRÓDIGO. Señor, ¿quién no ha meditado alguna
vez esa página
imborrable de la literatura universal, escrita
por san Lucas,
mojando su pluma en la sangre de tu corazón
paterno, titulada LA
PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO?
Y, ¿quién no se ha
visto retratado de cuerpo entero en los
rasgos de ese bala
perdida, alejado de su casa para vivir al
margen de toda moral?
Hoy, Señor, quisiera
pensar no solo en el hijo pródigo, que
somos todos los seres
humanos, sino también en ese Padre
pródigo, que eres tú.
Porque la
prodigalidad presenta el doble polo: el negativo, del
derroche, y el
positivo, de la generosidad.
Nosotros somos
pródigos en toda clase de miserias, tú eres
pródigo en toda
suerte de misericordias. Los seres humanos,
Señor, somos
derrochadores de egoísmo por todos los poros,
Tú eres generoso de
altruismo
por los cuatro costados de tu corazón.
por los cuatro costados de tu corazón.
Nosotros somos
pródigos en soberbia, en orgullo, en vanidad.
Tú eres pródigo en
humildad, en sencillez, en simplicidad.
Los humanos, Señor,
Los humanos, Señor,
somos
un derroche de avaricia, de ambición, de codicia.
Tú eres
un prodigio de generosidad, de entrega,
de donación.
Nosotros somos pródigos en venganzas,
odios y rencores.
Nosotros somos pródigos en venganzas,
odios y rencores.
Tú eres
pródigo en perdón, cordialidad y amor.
Nosotros, Señor,
despilfarramos en faltas,
en culpas, en pecados.
en culpas, en pecados.
Tú eres
manirroto en gracias y en gracia divina.
Nosotros somos
pródigos en rebeldía,
independencia, libertinaje.
independencia, libertinaje.
Tú eres
pródigo en responsabilidad, colaboración
y libertad. Los
humanos somos el hijo pródigo de siempre,
actualizado.
Tú eres ese Padre prodigioso, siempre abierto en
Tú eres ese Padre prodigioso, siempre abierto en
ese abrazo paternal
para los que llegan de todos los caminos.
ME PESA DE CORAZÓN. Señor, ya sé que mucha gente ha
llegado a una
insensibilidad moral de tal calibre que, después
de haber sentido el
metrónomo de la culpa golpeando
fuertemente en su
corazón, han conseguido acolchar de tal
suerte su conciencia
que los golpes quedan amortiguados sin
producir sobresaltos.
Pero, ¿y los que
siguen sintiendo el remordimiento? Porque
sí, Señor, Tú sabes
que todavía hay muchas personas que
no han logrado
neutralizar la voz de su yo más íntimo que se
queja de los malos
pasos que han dado. No les convence la
teoría de que todo
eso del sentimiento de culpabilidad es algo
que hay que echar por
la borda. Ellos sienten, más bien, la
angustia de sentirse
imperdonados e imperdonables.
Por ellos, Señor,
vengo a pedirte hoy: porque si es malo
querer borrar
cualquier vestigio de responsabilidad moral,
cuando se ha roto
libre y conscientemente en materia grave
tu Ley, también es
malo acentuar tanto la propia culpa que no
quede lugar para tu
perdón incondicional.
Porque muchos, Señor,
llegan a tener la presunción de creer
que sus pecados son
tan grandes que superan tu capacidad
de perdonar. Cuando
todas las miserias de todos los hombres
y mujeres de todos
los tiempos, son un átomo imperceptible
ante la infinita
misericordia de tu amor.
Señor, enséñanos a
armonizar nuestro sentido de
responsabilidad con
la aceptación de nuestras debilidades y
con la fe en tu
perdón ilimitado. Que no caigamos en la trampa
de los que llaman
“alienación” a la confianza en tu bondad,
cuando lo que resulta
realmente alienador es querer suprimir
la existencia del
pecado o echar las culpas a otros.
CLEMENCIA. Señor, es lástima que palabras cargadas de
fuerza hayan perdido
su contenido por el mal uso que se hace
de ellas y por la
mala práctica de las mismas.
Al hablarte así,
estoy pensando en la misericordia, esa virtud
maravillosa llamada
bienaventuranza por tu Hijo, Jesús, y
despreciada por un
mundo donde triunfa la dureza, el poder,
la violencia y el
odio.
Sin embargo, Señor,
la misericordia no comprende solo una
compasión hacia las
miserias ajenas, sino también la ternura
que es la expresión
más fina del amor, la piedad hacia los
seres queridos, la
clemencia ante los caídos, el perdón para
los necesitados y la
bondad del corazón.
Y, cuando Cristo
quiere llamarnos a la perfección ideal, nos
exhorta así: “Sed
perfectos como vuestro Padre celestial es
perfecto”, es decir,
“Sed misericordiosos como el Padre del
cielo que hace salir
su sol sobre buenos y malos y llueve
sobre justos e
injustos”. Porque Tú eres, Señor, el Dios de
las misericordias,
lento a la ira, rico en clemencia,
siempre inclinado a perdonar.
siempre inclinado a perdonar.
Por eso, Señor,
-piense lo que quieran el hombre y la mujer
modernos- ser misericordioso
es una actitud humana, digna
del que quiera
preciarse de humanidad.
Y es una cualidad divina que el creyente debe copiar de Ti
en sus relaciones con los demás, teniendo un corazón sensible
Y es una cualidad divina que el creyente debe copiar de Ti
en sus relaciones con los demás, teniendo un corazón sensible
a las miserias del mundo.
Y, cuando llegue la
hora de la verdad, la del Juicio Final,
Señor, ¡felices los
misericordiosos porque ellos alcanzarán
misericordia!. Pues
entonces seremos juzgados solamente por
las desprestigiadas
obras de misericordia, como nos asegura
Jesús en su parábola
del Juicio Final. Seremos juzgados
sobre haber atendido
o no al necesitado en sus miserias.
J. Falcky y V. Gil
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